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© Teresa Arana Migliassi

Es primavera en Santiago y ya estamos por comenzar el esperado viaje hacia Estados Unidos. Teresa ha despegado un día antes que yo y hemos acordado encontrarnos en el Aeropuerto de San Francisco, para asistir juntas a la Conferencia Internacional de ASAC (Adoption & Culture). Nos conocimos hace casi un año y medio atrás, gracias a una investigación que me encontraba haciendo sobre adopción. Hemos conversado muchas veces y Teresa ha colaborado con su trabajo fotográfico en mi proyecto.  

Tras atravesar la poco “amigable” inmigración del Aeropuerto de Los Ángeles, tomo mi vuelo hacia San Francisco. El cielo está muy nítido y el sol resplandece. Desde mi ventana logro contemplar la hermosa costa californiana y sus tupidos bosques. Aterrizo en San Francisco y tras retirar mi equipaje, encuentro a Teresa. Me está esperando con su sonrisa tímida y, por supuesto, ya ha comenzado a fotografiar su viaje.

Nos instalamos en la casa donde viviremos una semana y decidimos dirigirnos a recorrer el centro de San Francisco. Como un cliché de la ciudad, en mi cabeza resuena la canción “If you’re going to San Francisco”, de Scott McKenzie. Algunos llaman a San Francisco “Pancho” y muchos hablan de sus semejanzas y afinidades con Valparaíso, nuestro “Valpo” chileno.

Esta ciudad se muestra llena de contrastes, con muchísimos lugares interesantes y personajes estrafalarios: su barrio chino, sus rascacielos hipermodernos, sus casas antiguas y sus tranvías. Me impacta y angustia, al mismo tiempo, ver aquellos miles y miles de homeless delirantes hablando con interlocutores imaginarios como si se tratara de un ejército de zombies en el núcleo del Imperio más poderoso del mundo. Continuamos nuestro recorrido por San Francisco y en nuestro paso encontramos, por azar o serendipia, el restaurante chileno “Flor de café: el Rey del lomito”, a Chilean sandwich shop in San Francisco, cuyo dueño es un chileno que nos cuenta que emigró hace décadas a esta ciudad. Agradeciendo la conversación y la rica comida que sabe a casa, Teresa saca unas fotos con él y nosotras, y seguimos con nuestro recorrido.

Cuando conocí a Teresa me explicó su temprana e íntima relación con la fotografía de la siguiente manera: “La fotografía es mi pasión desde muy chica (…) para mí lo más importante es la memoria y el recuerdo”. Con el paso del tiempo, me refiero a Teresa cariñosamente como “mi cámara lúcida”.  Teresa va con su cámara, alerta para disparar en cualquier momento y retener una imagen. La veo tomar su cámara con total dominio y confianza, pareciendo que fueran un solo ser. La cámara es su arma de luz, memoria e identidad.

Acompaño y voy siguiendo sus exploraciones fotográficas por las calles de San Francisco. Este rol de “asistente” de fotógrafa me gusta y motiva. Me pregunto, ¿dónde pondrá el ojo Teresa ahora?. A ratos le sugiero que capte algún rincón, persona, o algo que me parece especial. Mientras ella fotografía, las cosas parecen congelarse. A su lado, siento pasar el tiempo en cámara lenta. Me sorprende su juventud y, al mismo tiempo, su madurez. Parece un espíritu viejo que va captando el punctum de lugares, personas y escenas. Esa flecha que se nos clava y nos conmueve al mirar las fotos. Teresa es simplemente mi fotógrafa favorita.

-Irene Salvo Agoglia-

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